viernes, 3 de julio de 2009

Catedral de Santiago de Compostela


Santiago de Compostela es la culminación no solo del románico español sino incluso de todo el románico europeo. En el siglo XI, muerto Almanzor y desgajado el imperio cordobés en taifas, el avance de las fronteras cristianas hacia el sur es muy significativo, hecho que permitirá al obispo Peláez mandar edificar un edificio que superase a las glorias y leyendas que narraban los peregrinos franceses. Las obras se inician en 1075 y se terminan en 1105 cuando el obispo Gelmírez consagró la catedral.
Dos arquitectos destacaremos en su construcción: Bernardo el Viejo, “mirabilis magíster”, y el maestro Mateo, autor de la última parte y del insuperable Pórtico de la Gloria.
Su planta es excepcional por su tamaño y por el equilibrio y perfección: es de cruz latina, con girola con capillas radiales, ábsides colaterales y 3 naves que se continúan por el crucero, (iglesias de peregrinación).
Si la magnitud del testero asombra, el crucero deja atrás todas las medidas y proporciones del románico francés incluido a San Sernin de Tolousse. Además, el triforio que rodea el primer piso permite dar albergue a una gran masa de peregrinos como era el deber de un gran foco religioso.
Santiago va a compendiar todas las innovaciones que se habían utilizado en épocas anteriores: en ella se resumen los avances del prerrománico, del románico español y francés, del arte cordobés, e incluso de elementos italianizantes: nave central de cañón y laterales de de arista, cabecera de Jaca, contrafuertes de lo asturiano, arcos lobulados y con tendencia a la herradura en alguno de ellos de lo árabe, pero sobre todo refleja y supera la estructura de las iglesias francesas.
También presenta innovaciones que le dan un rasgo especial: la longitud de su crucero, la altura de la nave central y la luminosidad de su triforio calado.

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